Cuando la flecha de Cupido nos ha dado exactamente en el blanco y con el tiro certero y preciso, ese que nos nubla la vista, ingresamos a ese laberinto en el que no somos capaces de ver con objetividad nuestra relación. Caemos presos de nuestros propios sentimientos y acomodamos las cosas a lo que queremos creer y lo justificamos absolutamente todo. Llegamos a un punto en que perdemos la noción de lo que tenemos delante, en una suerte de ejercicio fatal por no ver lo que realmente sucede: él perdió el interés y ya nada es lo que fue como cuando nos hicimos las primeras ilusiones. Por más duro que sea, poder abrir los ojos no tiene precio. Si él desea formar parte de tu vida, simplemente lo hará. Cuando el amor es genuino se ama sin pretextos.
No importa si está ocupado, sí ha sido un día muy pesado, siempre tendrá un espacio para ti. Un hueco para darte cariño, con una llamada, con un detalle especial o simplemente con un dulce mensaje. Sin embargo, si no te encuentras en el orden de sus prioridades abrirá un abanico de infinitas excusas para ti.
Es probable que inconscientemente hagamos el esfuerzo por no ver la realidad. Si nos aman siempre están, no importa lo que pase. Más tarde o más temprano notarás que su amor no es tan fuerte como creías. No está para ti en tus horas difíciles, no es quien te presta el hombro cuando lo necesitas, quien te escucha y también te aconseja. No solamente en presencia, sino que, también puede estar contigo a la distancia, apoyándote y encontrando mil maneras para que no te sientas sola si no puede estar a tu lado en ese momento complejo. Si tienes un proyecto difícil, una experiencia por la cual atravesar, te estará llamando para preguntarte cómo estás y cómo salieron las cosas.
Siendo así, podemos afirmar que somos libres de elegir el camino que deseamos seguir, si preferimos quitarnos la venda de los ojos y seguir esperando que la vida nos ponga frente a esa persona que sí será capaz de darnos ese lugar que merecemos tener en la vida de alguien que es especial o, tomar la decisión de seguir insistiendo en ese callejón sin salida, aceptando las migajas que nos dan. Son elecciones que uno toma, pero la decisión de ser feliz parte de un solo lugar, y es que reconocer al amor genuino no te será difícil si te lo propones.
A veces, en nuestro transcurrir por el tablero, movemos las piezas equivocadas y perdemos las oportunidades mientras nos enfrascamos en una jugada que ya está perdida desde el comienzo. Tampoco se trata de que aceptemos a una persona solo porque sabemos que tendremos el cariño asegurado, como quien adquiere una garantía eterna. Si en el fondo de nuestro corazón tenemos la certeza de que no sentimos ni sentiremos algo recíproco, tampoco seremos felices. La frase “quédate con quien te quiera y no con quien tú quieras”, nunca fue la mejor opción en esa búsqueda de la felicidad como ese lugar donde nos sentimos realizados y en paz.