Dejar ir duele, pero aferrarse a aquello que te duele es mucho peor

Inventamos lo que puede hacernos felices y cómo deberían ser las cosas. Compramos tanto esta idea de felicidad que comenzamos a creer que sin ella no seremos nada.

Tenemos esta idea en la creencia de que solo podemos ser felices con cierta persona, en cierto lugar, con cierta cosa. Con frecuencia logramos estas cosas y el precio que pagamos por ellas es muy costoso. Es el precio de la decepción de no querer ver que esto no es lo que imaginamos.

Pero en nuestro orgullo, todavía queremos mantener ese sueño. Llegamos a aceptar cosas que nos duelen, nos maltratan, no agregan nada positivo, solo para mantener las apariencias o la ilusión de la naturaleza muerta. Esa misma ilusión que “adornamos” y llamamos esperanza.

No querida, lamento decírtelo, pero muchas personas no cambiarán, muchas no volverán a ti, muchas situaciones como están no mejorarán. Se necesita valor para recordar que esperar lo que nunca llegará es lo mismo que dejarlo ir.

No podemos dejar que el orgullo y la vanidad, de no querer admitir que estábamos equivocados, nos impidan dejar de lado lo que es malo para nosotros. Hay tantas cosas hermosas con las cuales compartir, entonces, ¿por qué apegarse a este sueño que nunca se hará realidad? ¿Cuál es el precio de este disfraz?


"Puedes utilizar los botones de abajo para ver más"